LO CÓMODO DE LO INCÓMODO

 

Tomado de www.wix.com

Es en las situaciones de la vida diaria que el Señor nos enseña sus caminos y nos revela más y más de su voluntad para nuestras vidas.

En estos días he estado observando el proceso de Tita con su pata enyesada, ella cada día se acostumbra a su yeso y camina como si no tuviera nada.  Esto lo utilizó el Señor para mostrarme que así es nuestra naturaleza, tenemos la capacidad de acostumbrarnos a las cosas, incluyendo a las que desagradan al Señor. Cosas que deberían incomodarnos, pero con el paso del tiempo ya no nos incomodan tanto. Nos acomodamos a lo incómodo, hacemos de cuenta que todo anda bien y eso comienza a ser parte de nuestra vida.

Esto me recordó lo que sucedió con David y Betsabé, y fue dejado allí para nuestra enseñanza. Dios nunca escondió los pecados, los defectos, las actitudes, los comportamientos, las desobediencias, las equivocaciones de sus siervos. Todo esto quedó allí escrito para nuestro aprendizaje y para nuestra disciplina.  

“Y pasado el luto, envió David y la recogió en su casa; y fue ella su mujer, y le dio a luz un hijo. Mas esto que David había hecho, fue desagradable a los ojos del SEÑOR”. 2 Samuel 11: 27

David pecó y se olvidó del asunto, se hizo el desentendido, hizo de cuenta que nada había pasado y le echó tierra a su pecado, como lo hacen los gatos con sus heces. Él se acostumbró a lo incómodo, le puso a su conciencia una mordaza. Hasta que fue confrontado y con un corazón contrito y humillado reconoció su iniquidad.

Salmo 51: 3:

“Porque yo reconozco mis trasgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí”.

Hay cosas en nosotros que al Señor le desagrada, muchos han naufragado en su fe por callar a su conciencia, por ser sordos a la voz del Espíritu en su interior.

1 Timoteo 1: 19:

“Guardando la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe”.

Hechos 24: 16:

“Por eso, yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres”.

Dios se opone a nuestra carne y por eso nos hace transitar de circunstancia en circunstancia, unas más dolorosas que otras, para quitarnos ese regusto. Así como se hace con el vino, que se transporta de barrica en barrica para que no tome el gusto de las heces que se depositan en el fondo; estas heces del vino o levadura muerta por su tendencia a reducirse, toman un olor a sulfhídrico, que se parece al huevo podrido o a las aguas estancadas.

“Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre sus heces ha estado él reposado, y no fue vaciado de vaso en vaso, ni nunca fue en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado”, Jeremías 48:11.

Tanto se acostumbró Moab al olor de sus heces que no le importó, así como aquellas personas habitantes de la calle, que no sienten su olor, pues ya sus olfatos se acostumbraron.

Es cuando nos comenzamos a acostumbrar a lo incómodo de nuestra naturaleza y mientras estemos felices sentados en nuestras heces, como Moab, no sentiremos repulsión de nosotros mismos. Por eso es tan importante que Dios abra nuestros olfatos espirituales para que olamos lo que desagrada a su corazón y dejemos al Señor hacer su obra en nosotros.

Como escribió Michael Clark: 

“Dios hace esto con nosotros si nos contentamos con asentarnos sobre nuestras heces. Si nos negamos a ser vertidos de vasija en vasija, Dios romperá nuestras viejas vasijas para que podamos encaminarnos nuevamente con Él. Al igual que las tribus de Rubén y Gad, la carne que hay en nosotros quiere establecerse, acampar y ser feliz con lo que todavía está en el lado este del Jordán, el mundo y todo lo que tiene para ofrecer. Pero debemos cruzar el Jordán en plena etapa de inundación con la ayuda de Dios para poseer todo lo que el Padre tiene para nosotros. Él abrirá un camino para que eso suceda si solo obedecemos. Algunos de nosotros somos como Lot y queremos desviarnos hacia esa pequeña ciudad al salir de Sodoma mientras el fuego cae sobre nuestro antiguo estilo de vida. Escapamos del juicio, pero nunca vamos a ese terreno más alto que Abraham eligió mientras buscaba esa ciudad que tiene sus cimientos en el cielo, cuyo Constructor y Hacedor es Dios”.[1]

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmo 139: 23 – 24

Este era el clamor del salmista y debe ser también el clamor de nuestro corazón cada día.

Señor te pido que nos salves de nosotros mismos en la cotidianidad de nuestra vida, que podamos romper a través de tu vida y de la obra de tu cruz en nosotros, todo vínculo con nuestra carne y con el mundo que nos asedia, revela lo que hay en nosotros que es desagradable a tus ojos. Muéstranos si estamos cómodos en lo incómodo e incomódanos Señor y permite que cada circunstancia que tus pones en nuestra vida, nos quite ese regusto cada vez más. Amén.

Hasta la próxima.

AL.  

Comentarios

Entradas más populares de este blog

CUANDO EL GOZO AMENAZA CON MARCHARSE

LA CONQUISTA DIARIA DE DIOS