IRA OCULTA, AMARGURA MANISFIESTA HEBREOS 12:15


Qué versículo tan oportuno para nuestras vidas en la hora que vivimos. Una ira sumergida en lo profundo y amamantada día tras día se convierte en amargura de corazón. Y esto nos aparta de la gracia de Dios y podemos contaminar a muchos, pues un corazón amargado transmite un mensaje negativo y quejumbroso donde quiera que vaya.

Observe una persona negativa, que se queja por todo, es una persona amargada, la ira yace oculta en el fondo de su corazón, que el Señor nos ayude a dejar toda ira, a no involucrarnos en guerras ajenas, esto lo veo diariamente en las redes sociales; el Señor nos dio ejemplo de esto, confrontaba con autoridad a los hipócritas religiosos, pero nunca se metió con el gobierno de Roma, porque su Reino no era de este mundo y eso lo tenía muy claro.

“Somos heridos fácilmente y nos volvemos muy susceptibles. Lamentablemente, los cristianos somos las personas más susceptibles del planeta y no debería ser así. Yo lo veo en mi propia naturaleza caída. Cristo nunca se irritó con facilidad, Él no se ofendía fácilmente, pero desafortunadamente nosotros sí. Cuando alguien dice algo que no nos gusta, lastimosamente sacamos la espada y vamos cortando orejas por doquier. El Señor nos ha sido revelado y ahora vive dentro de nosotros, tenemos todo lo que es Él a nuestra disposición para derrocar nuestra ira y nuestro enojo y llevar al madero de Cristo todas las piedras que algunos nos sacan. El amor de Cristo y Su paciencia pueden ser perfeccionados en nosotros, para que amemos y tengamos paciencia, para que toleremos a los hermanitos débiles en la fe, porque es con la vida de Él, no con la nuestra. (Ver 1 Pedro 2:21 – 23)”. (Tomado del libro “De las tinieblas a Su Luz”).

Cuánto del amor de Jesús es necesario en nuestras vidas. El Señor caminó tres largos años con hombres imperfectos, llenos de defectos, de dificultades, de preguntas, de incongruencias, de dudas y de toda la clase de problemas. Él sabía quiénes eran, ya que Él mismo los eligió y no los eligió porque fueran perfectos, sino porque el Padre le agradó hacerlo, pues tenía un propósito con ellos a pesar de todo. Él los amó, Su amor nunca fue apagado por el mal, por las molestias que le causaran, por los enojos que le sacaran, los amó, simplemente lo hizo. Los amó a pesar de todo y tanto ellos como nosotros le debemos todo a ese infinito amor, expresado todo el tiempo hasta el final, cuando murió en esa cruz por amor. Si Jesús nos rechazara por lo que somos, ¿Dónde estaríamos?

El mal no hace que su amor se desvanezca, es el mal lo que hace que el amor brote.

El amor de Jesús no guardó rencor, no permitió que la ira llenara su corazón, por eso no tuvo amargura, es más, se rehusó a beber vinagre mezclado con hiel en la cruz para no llenarse de amargura, porque esto es lo que la hiel significa, amargura.

Su amor era práctico, actuaba por amor, cuánto de ese amor nos falta ¿verdad?, no eran solo palabras llevadas por el viento, eran acciones. Cuántos nos dicen que nos aman, pero sus acciones demuestran lo contrario, aquellos que nos dicen “amado amigo”, “amado hermano” o “amada hermana”, son quizás las personas que más nos han hecho daño; Jesús demostró con acciones su inmenso amor y nunca dejó que la ira se anidara en su corazón. El amor se demuestra con actos de servicio no solo con palabras.

La ira del hombre nunca obrará la justicia de Dios, Santiago 1:20. La ira no manifestada, esa que guardamos muy bien para que nadie se dé cuenta, nos enferma, no solo nos aparta de la gracia de Dios, sino que nos daña internamente, enferma nuestro estómago, el páncreas, el hígado y la vesícula. El deseo de venganza nace de un corazón amargado, que no perdona.

Y no crean que yo soy perfecta en este asunto, Dios ha tenido que tratar duramente esta área en mí y exponer la ira vez tras vez.

Nosotros fallamos en ese amor, fracasamos en esos puntos donde Cristo triunfó, por eso necesitamos la fuerza del Señor, necesitamos su Vida para obrar de acuerdo a su voluntad, su Espíritu en nosotros obrará la fuerza de Cristo, el amor de Cristo será perfeccionado para derrocar la ira y amar como solo Él ama. Solo reducidos a Cristo la ira podrá ser derrocada, solo vaciados de nosotros mismos seremos librados de la amargura de nuestro corazón.

Lo que es imposible para nosotros, es posible para Dios.

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