DAME ESA MONTAÑA 2 SAMUEL 22: 34

 


Desde niña siempre he sentido fascinación por las montañas, su belleza, su majestuosidad me han atraído.

Las alturas es el lugar preferido de Dios, remontarnos hacia las alturas, es remontarnos hacia la presencia de Él. Las montañas significan fuerza, defensa, fortaleza; por eso en la antigüedad las personas hacían sus casas en los lugares altos, porque los enemigos no podían acceder a ellos con carros y caballos, por lo tanto, las montañas les daban seguridad y protección. Y no es casualidad que el Señor llevara siempre a Abraham hacia las alturas, hacia las montañas.

Sin embargo, subir las montañas no es nada fácil, escalarlas es cosa de expertos.

Todos tenemos una montaña para escalar, todos poseemos una dificultad en la que tenemos que tomar la decisión de enfrentar. Cuando observamos nuestra vida y la de los demás, observamos que siempre hay dificultades en el camino, dificultades que llevan años o que duran tan solo unos días. El Señor nos hará pasar por situaciones que nunca pensamos, que nunca imaginamos ni en mil años, cosas que creímos que los demás vivirían, pero nosotros nunca.

Estas situaciones difíciles de enfrentar, llenas de cosas adversas, de amenazas, son un desafío a nuestra fe, son un desafío a la acción poderosa de Dios para darnos pies de ciervas y remontarnos hacia las alturas, hasta la cumbre de su presencia y ver todo desde allí con su mirada, con su visión 20/20, descubriendo el propósito de su voluntad y la belleza de su carácter en cada cosa.

Fue allí en el alcornocal de Mamre, que estaba en Hebrón, en donde el Señor se le apareció a Abraham y a Sara, para darles una promesa ante su debilidad, la promesa del nacimiento de Isaac; esta era su gran montaña, difícil de atravesar por ellos, pero posible para Dios y en el versículo 14 de Génesis 18, Dios los reta y les dice: ¿Por ventura hay para Dios alguna cosa difícil? ¡Qué palabra tan contundente! Ante la risa de Sara, el Señor sale a reivindicarse y a retarla.

Nuestras montañas aparecen una tras otra y el Señor quiere que lo veamos a través de ellas, Él no quiere que las bordeemos, no desea que busquemos otro camino, porque Él nos dotará de pies de ciervas para poder subirlas.

¡El Señor soberano es mi fuerza! Él me da pie firme como el venado (o Él me da la velocidad de un venado), capaz de pisar sobre las alturas. Habacuc 3:19 (Versión NTV).

La vida con el Señor es cuesta arriba, por montañas escarpadas y llenas de abismos, pero Él es soberano y nos dará su fuerza.

No es fácil para nosotros en nuestra naturaleza pedir las montañas, pero hubo un hombre en la historia del pueblo de Israel que lo hizo, fue Caleb, él le dijo a Josué: “Dame esa montaña”. En Su vida podemos decirle a nuestro Josué (Jesús): “Dámela”, porque es una oportunidad para el Señor de obrar por su fuerza y poder, es ahí donde probaremos al Señor, probaremos que no hay nada difícil para Él. El Señor nos da pies de ciervas para remontarnos a esas alturas y no temer.

Dios quiere que seamos como Caleb, que digamos: “no quiero huir”, “no quiero bordear esa montaña”, “quiero escalarla porque me has dado pies como de ciervas”; pidamos esos pies de ciervas que están reservados para los valientes que dicen “dame esa montaña”. Su victoria es nuestra ahora, el cumplimiento de sus promesas depende de Él, no de nosotros. Sara y Abraham en aquella ocasión se rieron, el uno en el capítulo 17 y el otro en el capítulo 18; sin embargo, el poder era del Señor para hacer lo imposible para ellos. Lo que es imposible para nosotros es posible para Dios.

A Él le gusta que lo probemos y comprobemos cuán suficiente es Dios, le gusta sorprendernos y mostrarnos la gloria de su nombre, Dios nos redimirá de la desesperación, de la tendencia de darnos por vencidos, nos redimirá de la risa de la duda. El Señor desea que enfrentemos esa montaña a través de su fe. Las alturas deben ser nuestra habitación, las alturas de Su presencia.

Señor danos pies de ciervas para ir hacia las alturas, danos la fuerza para encontrar alegría cuando las cosas se pongan difíciles. Señor líbranos de los grilletes de la duda, de la desesperación, de la desesperanza, que podamos soltar las amarras que no nos dejan avanzar, Señor quita los miedos que no nos dejan ver tus posibilidades y que sean reemplazados con la fe en la capacidad tuya para cambiar las circunstancias y controlarlas. Te lo pedimos Señor, amén.

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