AGRADAR A DIOS, UN COSTO ALTO

 


He estado meditando acerca de los silencios de Dios, la inexplicabilidad de sus NO, la lentitud de sus métodos, su manera única de no dejarse influenciar por otros, su sutil forma de no llenar expectativas, sus caminos misteriosos, su capacidad inigualable de no dar explicaciones y tantas cosas más.

No podemos llenar las expectativas de los demás deseando su aprobación, no podemos seguir diciendo SÍ a todo y más cuando el Señor es Quien nos guía, es imposible agradar a todo el mundo, hay que aprender a decir NO de vez en cuando, NO puedo, NO quiero, NO tengo, comenzar a decir NO es de las cosas más difíciles.

Cuántas veces nuestro Señor dejó a sus discípulos sin explicaciones, cuántas veces pasó de largo, cuántas veces se negó a llenar las expectativas de los religiosos, la gente quería controlarlo y que cediera a sus peticiones, pero Él estaba sometido a su Padre y hacía lo que le agradaba a Él siempre, dejar de agradar a los demás y dejar de querer buscar su aprobación, cuesta, se necesita la rendición de nuestra voluntad a Dios.

Esto no ha sido fácil para mí, pero el Señor me ha enseñado momento a momento a dejar de dar explicaciones cuando sé que algo viene de su voluntad y quizás a los demás no les parece. Dejar de llenar las expectativas de otros ha sido lo que más me ha costado, porque de alguna manera deseaba su aprobación.

He aprendido a dejar de sentirme responsable por cosas o personas que no me corresponden, por situaciones que no me pertenecen, he aprendido a dejar en las manos de Dios los problemas de los demás, a no involucrarme donde no me han llamado, a no opinar de lo que no debo y a no interferir en los tratos de Dios con ellos, son cosas que Él me ha enseñado y me sigue enseñando.

El Señor destruye nuestra necesidad de afirmación por parte de otros. Nuestra afirmación proviene de Él.

Cuando Dios nos suelta de todo esto, podremos entregarnos a los demás y amarlos en Su amor y en Su libertad.

Que podamos vivir para agrandarlo a Él siempre.

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