LA GLORIA EN LAS CICATRICES




Hallar la belleza en la circunstancias, en las cicatrices, en el dolor, en la pérdida, es una labor que hace el Señor. 

Mi madre es experta en reparar porcelanas rotas, no sé cómo lo hace, pero las pega tan bien, que quedan perfectas. 

Así hace el Señor con nosotros. Nos repara, nos restaura, une nuestras piezas rotas con sus hábiles manos, una por una las va pegando con su amor y su maravillosa paciencia. 

Una cicatriz denota que hubo una herida y que dolió; sin embargo, sanó y sanó no de inmediato, sino con el tiempo. Cada pérdida, cada duelo, cada trauma, cada decepción, cada ofensa, cada fracaso, cada expectativa hecha añicos, cada sueño deshecho, deja una herida, pero también una bella cicatriz como evidencia que sanó. Y sanó porque nuestro buen samaritano la curó con su ungüento de amor. 

Cuando observo a mi amiga Martica Jaramillo, veo en ella que a pesar de su cáncer y el deterioro de su cuerpo, hay una paz increíble, un gozo absoluto que viene de los rincones de su espíritu, una belleza inigualable, veo el rostro de Jesús en su dolor. 

Entonces, ¿porqué esconder nuestras cicatrices? Ya no me importa si alguien ve mi cicatriz de la operación de la vesícula, ahora puedo ponerme un vestido de baño sin sentirme mal, porque es la prueba que pude morir, pero Dios me dejó vivir. 

Mostrar nuestras cicatrices es mostrar la gloria de Cristo en ellas. 

Esta es la belleza del quebrantamiento, porque cuando somos quebrantados, se revela la belleza de la obra de Cristo en nuestros corazones. Después de cada rotura hay crecimiento, hay madurez, vamos siendo conformados a la misma imagen de nuestro Señor Jesucristo. 

Como escribió Vaneetha Risner Rendall : 
"Cuando vemos familias aparentemente perfectas en la iglesia, queremos sus vidas, pero cuando vemos familias rotas que confían en el Señor, queremos a su Dios. Nuestra historia de la fidelidad de Dios en medio de sueños destrozados puede ser el mejor testimonio que jamás podamos ofrecer".
Mostrar nuestras cicatrices sanas, es mostrar a Cristo.

Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. Salmos 147: 3

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