GUIADOS POR SU ESPÍRITU


Desde niña siempre fui muy disciplinada y organizada. Llevaba una agenda de todas mis labores diarias y cumplía mis propios horarios con rigor. Esto llegó a ser tan estresante con el paso de los años, que me causó mucha ansiedad y me irritaba si algo o alguien me sacaba de mi agenda y tenía que hacer algo diferente a lo ya programado para el día o la semana.

Tanta era mi rigidez que la trasladé a mi relación con el Señor, a mi caminar diario con Él. Hasta que el Señor puso su dedo ahí ─ porque a Él nada se le pasa por alto ─, y comenzó a tratar esta área y sacudió mi rigidez como solo Él sabe hacerlo, con muchas circunstancias que agitan tu diario vivir. ¡Qué grandioso Dios tenemos, qué grandiosa vida hemos recibido!

El Señor Jesús nunca siguió sus propias reglas ni métodos, su agenda era la agenda de Su Padre.

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre; porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente”. Juan 5: 19

Cada actividad que el Señor Jesús realizó fue sometida a la guía del Espíritu, a la voluntad de Su Padre, nada fue hecho por iniciativa propia. La diferencia con nosotros es grande, cuando sentimos un impulso o se nos viene una buena idea a la cabeza, queremos realizarla de inmediato, no la sometemos al Señor, no la llevamos a la cruz, no se la entregamos a Él. Esto es de todos, viene en nuestra naturaleza desde la caída, cuando Adán quiso hacer las cosas en independencia del Señor. 

Pero, cuando somos cautivados por el Señor, le pertenecemos, no podemos hacer lo que nos parece. Nos hemos sometido voluntariamente a Él, por amor a Él, así que seguimos su guía. Y esto a nuestra carne le resulta incómodo y difícil. Pero, así como sometemos todo pensamiento a la obediencia a Cristo, así debe ser sometida a Él toda labor y todo lo demás en nuestras vidas.

Nuestro Señor perforó nuestra oreja en el umbral de su Puerta, nuestra voluntad ha sido unida a la suya, y ya no podemos hacer nada por nosotros mismos, sino lo que Su Espíritu nos guía. (Ver Deuteronomio 15: 16 -17).

“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto”. Lucas 4: 1

“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Gálatas 5: 25

Yo le sigo a Él, no Él me sigue a mí.

Ser guiados por el Espíritu requiere una rendición de nuestras agendas, de nuestros horarios, de nuestros planes, metas, métodos, costumbres y de todo lo demás para asir su voluntad y seguir su guía. Ser guiados por Él es hacer las cosas a su manera, es desistir de nuestros propios caminos y abrazar los suyos, con su forma única de obrar, es recibir sus planes con todo lo que eso implique.

Su Espíritu nos guía más allá de nuestros razonamientos, de nuestras ideas preconcebidas, de nuestros métodos, de nuestras maneras de hacer las cosas, de las exigencias externas, de la lista de chequeo interna y de la presión que a veces ejercen los demás. Él irrumpe en nuestra cotidianidad para que oigamos el eco de su voz, Él rompe nuestra rigidez para que lo sigamos por donde Él nos lleve, no a donde queramos ir.

Su Espíritu se encarga de penetrar la cruz del Señor Jesús hasta lo más profundo de nuestros propios intereses y maneras de hacer las cosas, porque nada nuestro puede sobrevivir en el camino de la guía de Su Espíritu, las actividades del yo deben cesar por completo.

Ser guiados por Él, es rendirnos a su trabajo e involucrarnos en lo que Él está haciendo. Él nos guía no de la manera que esperamos o cuando lo esperamos; Él nos guía como menos lo esperamos. Nuestras agendas deben ser puestas en el altar como una ofrenda para Él, nuestra voluntad debe estar totalmente crucificada a todo lo que desea e idea, para abrazar Su voluntad.

El libro de los Hechos de los Apóstoles, es en verdad el Libro de los Hechos del Espíritu Santo. Porque fue su guía de principio a fin. Si vivimos por el Espíritu andemos en el Espíritu los trescientos sesenta y cinco días del año, las veinticuatro horas del día. Dejemos que Él nos conduzca a Sus aguas de reposo y descansemos en la guía de Su Espíritu para nosotros. Que el Señor entrene nuestros oídos espirituales para oír el suave eco de su voz e ir por donde nos lleve.

“El SEÑOR es mi pastor; no desfalleceré. En lugares de delicados pastos me hará yacer; junto a aguas de reposo me pastoreará. Convertirá mi alma; me guiará por sendas de justicia por su nombre”. Salmo 23: 1 -3

“Porque el que ha entrado en su Reposo, también él ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”. Hebreos 4: 9

Y les digo un secreto, ya no llevo agenda, ¡qué descanso fue para mi alma!

Hasta la próxima.

AL

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